A la primera señal de que la cosecha de ajo ha comenzado a deteriorarse durante el almacenamiento, conviene congelarla sin demora. Si ya ha comenzado a secarse o a germinar, cambiar las condiciones de almacenamiento no servirá de nada, no tiene sentido intentarlo. El ajo correctamente congelado no se diferencia del ajo fresco; es igual de fuerte y aromático.
Proceso de congelación de ajo
Para congelar se pela el ajo. Como hay mucha, para acelerar el proceso puedes utilizar un limpiador especial de silicona o echar las rodajas en una cacerola, taparlas y agitarlas vigorosamente. Al golpear las paredes de la sartén, las rodajas se pelan en segundos.
Las rodajas peladas se muelen en una picadora de carne.
El puré resultante se coloca en pequeñas bolsas de comida, de un par de cucharadas cada una.
Las bolsas se colocan una a la vez sobre una tabla de cortar y el ajo del interior se alisa para formar finas astillas. Los bordes de los paquetes están envueltos.
A continuación, se divide el ajo en porciones. El plato se debe dividir en cubos colocando el borde de una regla encima de la bolsa.
Luego, los platos se apilan uno encima del otro y se envían directamente al tablero para congelarlos.
Después de que el puré se haya congelado, se retira la tabla. En el futuro, según sea necesario, la cantidad requerida de cubos de ajo se separa de los platos y se agrega a los platos.